en
la punta de la lengua
y
que por andar besándote
siempre
se calla
en
la punta de la lengua
y
que por andar besándote
siempre
se calla
Rojo
Acariciarte es
levantar un huracán bajo mis dedos.
Erizarte el
cuerpo y las ganas con un único objetivo, enredarte.
Besarte con la
boca abierta y temblorosa, del revés y en todas partes...
en el canto del labio, en la barbilla, en la punta de la nariz o
en esa arruguita
en la esquina de tu ojo que me ha hecho perder la cabeza.
Temblarte con
caricias que son puro ego.
Dibujarte en la
piel lo que te digo con la boca.
Probarte hasta
alcanzarte ¿sabes lo bien que
sabes?
Desnudarte la
sonrisa y sentirme satisfecha ante semejante insinuación.
Arroparte en los días que tengas frío y quemarte bajo las sábanas cualquier
domingo.
Respirarte, compartir
el mismo aire.
Alzarte siempre
para que tengas la sensación de no pisar el suelo.
Volarte la
cabeza de tal manera que quieras estar conmigo para los restos.
Tenerte y no perderte.
Echarte de menos
siempre y nunca echarte de más.
Buscarte donde
quiera que estés y encontrarte.
Pensarte hasta
gastarte.
Celebrarte cada
día por la suerte de encontrarte.
Inventarme un mundo al que llevarte porque este se nos ha quedado pequeño.
Y que vengas conmigo sin que te importe el sitio, sin que me
preguntes dónde vamos.
Si quieres lo planeamos y lo llamamos destino.
Quiero amarte como
si el mundo fuese a acabarse.
Y recordarte, extrañarte, tocarte, notarte, contarte, escucharte, ampararte, cobijarte, tentarte, pararte, rogarte, entregarte, curarte, quebrarte, calarte, cansarte, usarte, llenarte, calmarte, maravillarte...
<<Quiero
conjugar contigo todos los verbos que acaben en arte>>
Elvira Sastre.
Mientras me duchaba me ha invadido un instante de soledad... El único ruido que oía era el del agua chocando contra mi espalda. Debía hacer algo con todo ese frío que se me había metido en el cuerpo y que hasta me impedía hablar con normalidad. He tenido un ratito para mí, para mirar dentro. Y me he encontrado con algún sentimiento que creía perdido y con algún pensamiento que tenía olvidado. Y entonces he venido aquí, a intentar hacer algo con todo eso antes de que se me olvide, antes de que (como el agua) se pierda todo por el desagüe del día. He dejado el agua correr y ya de paso lo he intentado conmigo, no soy capaz de llover y supongo que cuando lo intentas y no puedes es porque no lo necesitas en realidad. Llorar creo que es una buena manera de vaciarse de lo que no llena. Y a veces siento que me inundo y que soy incapaz de achicar toda el agua que me anega por dentro.
Qué triste es ese momento en el que te das cuenta de que te falta algo y no
sabes el qué, pero sigues con la búsqueda, aunque no sepas muy bien que es lo
que estás buscando. Buscar, buscar, buscar… y alguna vez
encontrar. Es el cuento de nunca acabar. Siempre he creído que encontrarme no
debe ser motivo para dejar de buscarme, que el autoconocimiento nunca es
completo, que el aprendizaje es constante y que debo criticarme lo suficiente
como para entender que si no lo hago es a la mediocridad al único sitio al que
me dirijo. Mejorar como persona en un mundo que parece que solo empeora.
<<Nada es veneno, todo es
veneno, la diferencia está en la dosis>>.
(Paracelso)
Imagino una balanza en la que pesar los daños y los alivios, las emociones y las tristezas, con la que poder hacer balance para darme cuenta de qué es lo que he ganado, qué lo que he perdido y qué lo que me han robado. Tomarme las medidas para hacerme un traje. Volver al peso y talla que me sientan bien. No dejarlo ni corto ni largo. Aunque reconozco que encontrar la medida exacta me está resultando difícil. Encontrar el equilibrio es harto complicado.
Quiero
darme cuenta de las cosas, aunque no llegue a tiempo, porque nunca es tarde si
de lo que trato es de avanzar. Siempre
es pronto para perder el tiempo ganar tiempo y aprender, para empezar de
cero, para reinventarme, para cambiar todo lo que quiero cambiar. Aunque
no me salga bien a la primera, aunque a medio camino me dé cuenta de que eso tampoco
es lo que necesito, aunque siga sin saber qué es lo que quiero a mis casi 43
años.
Me cuestiono muchas cosas, es verdad. Me gustaría hacer muchas más cosas de las que hago, eso también es verdad. Y van pasando los años y ahora tengo una sensación que nunca había tenido antes, la de no sentirme realizada con lo que hago… y eso es nefasto. Ver la fecha de caducidad de algo que pensabas que no se podía poner malo, ver que un día más es también un día menos y que a pesar de los intentos… nada volverá a ser como antes.
Hay días en los que tanta incertidumbre me supera y levantarme de la cama es lo único que hago. Tanto cambio no sé cómo encajarlo y reconozco que ya no tengo las mismas ganas que cuando tenía veinte años. Siento que ya no tengo la misma fuerza para superar los obstáculos y doy vueltas y más vueltas en la cama pensando en lo mucho que necesito dormir y dejar de sentirme así. Empiezo a notar que todo me cuesta más tiempo, noto cierta lentitud para arrancarme, me quedo pensando más de la cuenta, como el relojito en la pantalla que te dice «espera».
¿Y hasta cuándo tengo que esperarme?
… creo que voy a hacerme un café,
mientras tanto…
Para trabajar en seguros... no me siento nada segura. Ironías de la vida. Me resulta muy difícil vender algo en lo que he dejado de confiar y me resulta más difícil aún tener que poner mi mejor cara cuando es a mí a quien están intentando engañar… (como si no nos conociéramos ya). Las relaciones sean del tipo que sean, tienen que aportar algo. Ya sea confianza, empatía o desahogo. No hace falta amenazar, ni infundir miedo, ni mentir para conseguir lo que se quiere, no se trata de una demostración de poder y sí de entendimiento, aquello de remar todos juntos en el mismo barco… y en la misma dirección. Jamás me había costado tanto entenderme con alguien, intento siempre atender a lo que se me dice, ponerme en la piel de la otra persona y hacer cuanto esté en mi mano para que todo funcione. Pero hay unos mínimos que todos debemos cumplir, respeto, educación, un tono adecuado no invasivo, que no tengas que callarte simplemente porque no te dejen hablar. Pero intentar hablar con alguien que no quiere escucharte es como darte contra una pared y quedarte ahí, sin moverte, esperando a ver qué es lo que le pasa a tu cabeza a partir del tercer golpe.
Te
hago un spoiler: Te va a hacer daño.
Hay días en los que me encanta mi
trabajo.