Me digo, cuando pienso en el hartazgo que siento por las cosas inacabadas,
por dejarlo casi todo a medias…
Porque yo no soy así y he tenido que amoldarme, una vez más.
Quizá es ahí, donde nace y reside esta sensación tan extraña.
A veces no me gusta la realidad de lo que veo y otras simplemente no la quiero ver.
Pero hoy estoy bastante lúcida y no me es posible maquillar esta realidad...
(y menos con pinturas que quedaron resecas por no utilizarse).
Hoy creo que me encontré, en esa búsqueda incesante que es intentar estar bien.
Un café, frío.
Y un cigarro que consumo entre dientes, mientras juego a dibujar formas en el aire,
aire que bien podría cortarse con un cuchillo.
Decido poner algo de música para rebajar el tono de este silencio.
Dejar ir es una buena manera de vaciarse de lo que no llena.
Sigo teniendo la necesidad de encontrar en las miradas ese punto de inflexión,
que me haga salirme de ese trazo tan continuo e indefinido en el que a veces me siento.
Y ando todo el día de caza intentando encontrarlo…
Parezco enfadada sin estarlo.
¿Es volátil mi ignorancia o soy yo la ignorante al pensar en volatilizarme?
Me veo ante un trasfondo de algo que ni siquiera conozco.
Como si estuviese desaprendiendo todo aquello que una vez aprendí.
Y ya no quedaran más ganas (ni tuviera más fuerzas) para volver a aprenderme de nuevo.
Creo que todo nace de dentro y en la manera que cada uno tiene de ver las cosas.
A veces mi yo interno tiene más vida que yo.
Y no (me) lo entiendo.
Reconstruyo la historia, me reconstruyo a mi misma.
No puedo dividirme en partes, ni puedo separar el dolor de la parte que me interesa.
Y me gustaría poder hacerlo.
De olvido está hecho mi tiempo, pero este tiempo no lo olvido.
Suena una canción que me gusta, no recuerdo de quién es.
Tengo que mirarlo.
Que no quede nada por hacer.
Que no quede nada por decir.
Que no quede nada por sentir.