Es
momento de hacer balance.
O
de columpiarme sobre un año, que más que traerme experiencias…
lo
que me ha dejado ha sido muchas reflexiones.
Y
preguntas, dudas y una infinita incertidumbre.
Pero
ya es hora de volver a la importancia de las cosas que sí importan.
Aunque
siempre he dicho que las cosas más importantes de esta vida no son cosas.
Y
voy a intentar explicar en esta entrada, algunas de las "cosas" que
he pensado
durante
este fugaz e interminable año.
Pienso
que volver a lo mismo no es sinónimo de recaer sino de reencontrarse.
Y
que a veces ese gran puzle que nos montamos en la cabeza, solo tiene dos
piezas.
Que
tengo las mismas ganas que miedos de volver a encontrarte.
Que
uno no significa nunca, ni dos nos asegura un siempre.
Que
ninguna soledad es igual.
Como
tampoco hay dos personas que se parezcan.
Que
dos no discuten si uno no quiere y que el momento justo para dejar de discutir
es
cuando te dan la razón. Y no otro.
Que siempre estoy dispuesta a conversar y a
demostrar dicha afirmación.
Que
un cambio de opinión a tiempo al final es una victoria.
Que
comprometer(se) no es lo mismo que prometer(se).
Que
cuanto más empeño pongo en algo, más difícil me resulta engañarme.
Que
a veces tengo la sensación de que voy muchas más veces de las que vuelvo.
Y
que me duele más este presente, que cualquiera de mis pasados.
Pienso
en lo mucho que me pesan los recuerdos y algún que otro olvido.
En
que hace tanto tiempo (de todo) que ya no sé dónde nos sitúa la memoria.
La
eternidad del olvido. Esa sí que la recuerdo…
Que
me gustaría hacerte olvido cuando te recuerdo y de cómo no lo consigo.
Que
cuando quiero acercarte a mí, parece que soy yo la que me alejo.
Y
que intento no desmoronarme del todo, aunque en realidad ya estoy muy rota sin
ti.
Que
a veces prefiero no pensar, no mirar… y que, aunque no deja de ser real,
duele
un poco menos. Aquello de ojos que no ven… corazón que no siente.
De
que existen en mí demasiados lamentos y anhelos, que no puedo sustituir…
ni
con nada, ni con nadie.
Que
tengo vacíos y huecos en los que solo a ti te meto. Y de los que no quiero que salgas.
Que
ya me has vuelto a llevar de paseo por toda mi nostalgia y que de nuevo
encontré
tu
cuerpo flotando en mi memoria. Ahí, dando vueltas sin cesar en mi cabeza.
Latir
de ausencia que me acaricia, cada vez que pienso en ti.
Como
huidos el uno del otro, sin que lleguemos nunca a encontrarnos…
Ni
en un sitio, ni en otro. Como perdidos… o extraviados de nosotros mismos.
Que te tomaste un respiro indefinido y que yo, en ese mismo instante…
decidí regalarte todo el aire que habitaba mi espacio.
Que
en el cielo no hay ventanas. Ni cristales rotos.
Y
en la tierra, casi todo está hecho trizas.
Que
la imaginación nunca me falta ya que la realidad tampoco lo hace.
Que
imagino demasiado porque soñar ya no me es suficiente.
Que
el ayer ya no anula el presente y que el futuro no garantiza nada.
Ahora
y ya, lo quería para ayer…
Que
hoy no es ayer, ni tampoco mañana.
Hoy, siempre hoy… y mañana ya veremos… eso, si al
final tenemos tiempo.
Que lo dejamos todo para mañana y que mañana
seguro nos saldrán otras cosas…
que volveremos a dejar para el día después.
Que
ando a vueltas con el tiempo y que ya no sé qué hacer con él.
Que
pensaba que ya y me doy cuenta que todavía no.
Que
ya no, pero aún.
Para
siempre, de momento, encima y además…
Y
que podría no parar de “adverbiar” mi temporal.
Que nada cambia, aunque nada sea igual.
Que
un quizás siempre acompaña a un suspiro.
Y
que quizás te llegue mi beso, quizás…
… (suspiro)
Que
cambio de parecer en un segundo, digo en un suspiro.
Y
que ya lo he vuelto a hacer… suspirar una vez más, contigo.
Que
es mala cualquier adicción, pero es mucho peor que nada te enganche.
Que
llorar no resuelve nada que más bien lo revuelve todo.
Y
que sigo sin poder hacerlo y dudando de si las lágrimas curan o escuecen.
Que
tu indiferencia es distinta. Y que, a mí, la tuya, me duele más que ninguna.
Que
doy muchos abrazos, pero recibo bien pocos.
Y
que he aprendido a ir soltando todos los te quiero sin que se me
atasquen y que
cuando
los digo es porque son de verdad.
Que
todavía no he aprendido a mentir. Que ni quiero ni pienso hacerlo.
Que
no me niego a sentir, aunque puede que lo esté haciendo sin darme cuenta.
Que
el placer es la coartada de la mentira y que a veces me brindo un escarceo
con
quien me quiere salvar de la pena que siempre acompaña tu nombre.
Que
no entiendo de magia ni sé de trucos.
Y
que, en estos momentos, me vendrían tan bien...
Que
quiero muchas cosas y que me conformo con muy poco.
Que
necesitaba ser dueña y señora de un yoísmo en toda regla.
Y
que mis yoísmos y yo estamos perfectamente, gracias por preguntar.
Y
qué con todo lo que ha pasado, me he quedado sin paciencia ¡JODER!
Pídesela
a quien quieras porque a mí ya no me queda…
Si
algo tuviera, si algo me quedara, sabes que no me importaría entregártela,
aun
a riesgo de necesitarla yo después.
El
egoísmo nunca formó parte de mí, hasta ahora, hasta hoy.
En
el que le estoy cogiendo cierto gusto a decir que no.
A
anteponer mis problemas a los de los demás.
O
simplemente, a priorizar mis apetencias.
A
no jugármelo todo a una. A la misma.
Y
a tomar mis propias decisiones, en modo valiente, pese a quien pese.
Pero
que siga el balanceo que, a eso, nunca me niego.