Es cierto que no hay nada que dure eternamente.
Es algo que sé y que nunca he intentado cambiar.
Pero aún a sabiendas a veces me sorprende un cierto sabor a disconformidad que agria mi saliva y me crea cierta dificultad al tragar.
Sé que por la vida van pasando personas y que solo unas pocas se quedan.
Que cuando damos demasiado valor a algunas amistades, estas pueden no estar a la altura de las circunstancias o de las necesidades.
O quizá sí, cuando menos te lo esperas y de quién menos te lo esperas… te llevas una sorpresa.
También soy consciente que en las malas temporadas es cuando una debe hacer limpieza de las malas hierbas que crecen alrededor… porque es entonces cuando te das cuenta de quien está y quién no.
Intento no pedir, no exigir, dar el espacio suficiente y necesario para llegar a echar de menos y que se acabe volviendo a por el, a por ese cariño y esa comprensión que todos buscamos en los amigos y que sin el, sinceramente, creo que no valdría la pena vivir.
Si una se equivoca, lo más importante es saber pedir perdón, no esconderse, porque un amigo, un verdadero amigo, sabe perdonar y olvidar los defectos, los errores, incluso me aventuro a decir que se puede no llegar ni a verlos…
Cada uno es como es y no se debe intentar cambiar a nadie.
Hay un sexto sentido que a veces se equivoca pero que normalmente acierta, que nos hace escoger a dedo a quienes nosotros queremos.
Y como casi siempre necesitamos controlar, datar, contar y adueñarnos de algo, lo hacemos del tiempo que nos va acompañando y que repartimos a medias mientras nos enorgullecemos de el.
Es así, yo tengo amigos de hace tiempo, tengo otros de hace aún más tiempo, otros acabados de llegar con los que ya se verá si tiene un final y a todos ellos lo único que les pido, es la verdad.
Puedo entender y respeto el que no se me quiera contar algo concreto, el que se quiera pasar algo por alto, el que no se necesite de mi para poder superar un problema o lo que sea, que no se necesite mi consejo, pero lo que no puedo tolerar porque es superior a mi, es poner el oído a lo que se me quiera contar y que lo que se me cuente no sea cierto.
Y por supuesto, que si me entero, le pongo punto y final a lo que sea que se tenga.
Un amigo no juzga, un amigo escucha y siempre he creído que no hay nada tan grave, que a modo individual uno haga, que pueda afectar a lo que en común se tiene.
Cada uno es libre de vivir su vida como le plazca sin necesidad de hacer daño a quien sabes que siempre te está esperando.
Como perro fiel que no entiende de dueño cobarde.
Y dueño cobarde que piensa que su perro, es el más tonto de todos los perros.