Deambula por mi mente,
hace escasos días,
una sensación inerte,
una vaga idea,
que se adhiere…
que me despierta y que me duerme,
que me crea y me desmiente…
que ahoga mis penas y me va creando nuevas…
Y es ella,
insulsa arpía…
la que me da y luego me quita,
la que me suma y después me resta,
primero la cal,
más tarde la arena,
la que me pinta y colorea,
y que luego me borra con suma delicadeza…
cuadros abstractos,
llenando mis cabales,
lienzos blancos pintados de negro…
rabia contenida,
sosiego lleno de ira.
Delimitada en tiempo y espacio, absorbida por unas horas elásticas, estáticas.
El tic tac me resta poco a poco los segundos que ocupo en nada.
Nada vacía de llamas y llena de circunstancias, que me obstruye la garganta mientras voy secando lágrimas.
Obcecada en mis ideas, retenida entre cuatro paredes que no dicen nada, solitaria.
No sé que me pasa.
Estímulos adormecidos, iniciados con el pie izquierdo que no provocan una reacción en cadena en ese devenir de las horas.
Las gotas repican contra las ventanas agrietadas, la uralita sonora y acompasada en un baile que no es de nadie.
Amanece y la luz va entrando tímidamente, en la escalera ya hay vida, se crea el ruido inevitable de quienes tienen prisa y el dolor del pecho me impide respirar con normalidad.
Me desvela el frío, las ganas de un café caliente y un áspero cigarro pasando por mi garganta.
Pie izquierdo.
Primer paso.
Zapatillas en las manos y los pies descalzos.
¿Que hora es?
Nunca me levanté tan pronto.
Para no hacer...
Es dinámica,
es pulsátil,
una nada con la que se dice todo.
Maldito detonador de emociones,
este,
que me lleva al limite,
que obceca mis “decires“,
que disiente mis detalles,
anulando mis pensares,
dando vida a los pesares,
acrecentando sin mesura,
la de vueltas que soy capaz de dar,
a la misma cosa,
a una sola cosa,
convirtiéndola en millar.
La idea disentida,
del querer controvertido,
me hace capaz de anhelar lo que ya tengo,
obligándome a perderlo.
A veces me doy rabia.
Otras me doy miedo.
Estoy conociendo el tedio,
aberración hacia una misma,
por no llegar a entenderme y dejar de quererme.
Un mal día lo tiene cualquiera,
lo sé,
lo difícil es encontrar el equilibro…
y no tachar del calendario,
más días de los debidos.