Y me pasa que al no hablar las cosas a su debido tiempo,
siento como que pierden su importancia,
hay un momento y un lugar para casi todo...
¿Callarme?
¿Porque?...
Si al final resulta que la palabra puede llegar a ser el bien más preciado que tenemos...
Y, que inconscientemente, malgastamos con silencios.
No busques poesía tradicional en este blog. Esto es lo más parecido a un poema que soy capaz de escribir.
MIS COSITAS
lunes, 18 de noviembre de 2013
miércoles, 15 de mayo de 2013
Se acabó.
Es cierto que no hay nada que dure eternamente.
Es algo que sé y que nunca he intentado cambiar.
Pero aún a sabiendas a veces me sorprende un cierto sabor a disconformidad que agria mi saliva y me crea cierta dificultad al tragar.
Sé que por la vida van pasando personas y que solo unas pocas se quedan.
Que cuando damos demasiado valor a algunas amistades, estas pueden no estar a la altura de las circunstancias o de las necesidades.
O quizá sí, cuando menos te lo esperas y de quién menos te lo esperas… te llevas una sorpresa.
También soy consciente que en las malas temporadas es cuando una debe hacer limpieza de las malas hierbas que crecen alrededor… porque es entonces cuando te das cuenta de quien está y quién no.
Intento no pedir, no exigir, dar el espacio suficiente y necesario para llegar a echar de menos y que se acabe volviendo a por el, a por ese cariño y esa comprensión que todos buscamos en los amigos y que sin el, sinceramente, creo que no valdría la pena vivir.
Si una se equivoca, lo más importante es saber pedir perdón, no esconderse, porque un amigo, un verdadero amigo, sabe perdonar y olvidar los defectos, los errores, incluso me aventuro a decir que se puede no llegar ni a verlos…
Cada uno es como es y no se debe intentar cambiar a nadie.
Hay un sexto sentido que a veces se equivoca pero que normalmente acierta, que nos hace escoger a dedo a quienes nosotros queremos.
Y como casi siempre necesitamos controlar, datar, contar y adueñarnos de algo, lo hacemos del tiempo que nos va acompañando y que repartimos a medias mientras nos enorgullecemos de el.
Es así, yo tengo amigos de hace tiempo, tengo otros de hace aún más tiempo, otros acabados de llegar con los que ya se verá si tiene un final y a todos ellos lo único que les pido, es la verdad.
Puedo entender y respeto el que no se me quiera contar algo concreto, el que se quiera pasar algo por alto, el que no se necesite de mi para poder superar un problema o lo que sea, que no se necesite mi consejo, pero lo que no puedo tolerar porque es superior a mi, es poner el oído a lo que se me quiera contar y que lo que se me cuente no sea cierto.
Y por supuesto, que si me entero, le pongo punto y final a lo que sea que se tenga.
Un amigo no juzga, un amigo escucha y siempre he creído que no hay nada tan grave, que a modo individual uno haga, que pueda afectar a lo que en común se tiene.
Cada uno es libre de vivir su vida como le plazca sin necesidad de hacer daño a quien sabes que siempre te está esperando.
Como perro fiel que no entiende de dueño cobarde.
Y dueño cobarde que piensa que su perro, es el más tonto de todos los perros.
Es algo que sé y que nunca he intentado cambiar.
Pero aún a sabiendas a veces me sorprende un cierto sabor a disconformidad que agria mi saliva y me crea cierta dificultad al tragar.
Sé que por la vida van pasando personas y que solo unas pocas se quedan.
Que cuando damos demasiado valor a algunas amistades, estas pueden no estar a la altura de las circunstancias o de las necesidades.
O quizá sí, cuando menos te lo esperas y de quién menos te lo esperas… te llevas una sorpresa.
También soy consciente que en las malas temporadas es cuando una debe hacer limpieza de las malas hierbas que crecen alrededor… porque es entonces cuando te das cuenta de quien está y quién no.
Intento no pedir, no exigir, dar el espacio suficiente y necesario para llegar a echar de menos y que se acabe volviendo a por el, a por ese cariño y esa comprensión que todos buscamos en los amigos y que sin el, sinceramente, creo que no valdría la pena vivir.
Si una se equivoca, lo más importante es saber pedir perdón, no esconderse, porque un amigo, un verdadero amigo, sabe perdonar y olvidar los defectos, los errores, incluso me aventuro a decir que se puede no llegar ni a verlos…
Cada uno es como es y no se debe intentar cambiar a nadie.
Hay un sexto sentido que a veces se equivoca pero que normalmente acierta, que nos hace escoger a dedo a quienes nosotros queremos.
Y como casi siempre necesitamos controlar, datar, contar y adueñarnos de algo, lo hacemos del tiempo que nos va acompañando y que repartimos a medias mientras nos enorgullecemos de el.
Es así, yo tengo amigos de hace tiempo, tengo otros de hace aún más tiempo, otros acabados de llegar con los que ya se verá si tiene un final y a todos ellos lo único que les pido, es la verdad.
Puedo entender y respeto el que no se me quiera contar algo concreto, el que se quiera pasar algo por alto, el que no se necesite de mi para poder superar un problema o lo que sea, que no se necesite mi consejo, pero lo que no puedo tolerar porque es superior a mi, es poner el oído a lo que se me quiera contar y que lo que se me cuente no sea cierto.
Y por supuesto, que si me entero, le pongo punto y final a lo que sea que se tenga.
Un amigo no juzga, un amigo escucha y siempre he creído que no hay nada tan grave, que a modo individual uno haga, que pueda afectar a lo que en común se tiene.
Cada uno es libre de vivir su vida como le plazca sin necesidad de hacer daño a quien sabes que siempre te está esperando.
Como perro fiel que no entiende de dueño cobarde.
Y dueño cobarde que piensa que su perro, es el más tonto de todos los perros.
sábado, 13 de abril de 2013
Mamá, no quiero ir al colegio.
Es viernes, un viernes casero, de esos que apetecen a solas, con buena música y ganas de decirme muchas cosas… hoy que parece que la inspiración ha vuelto y que por fin tengo las ganas en los dedos.
Un café, un cigarro, muchas ideas desordenadas y una sensación, quizá también desordenada que sobrevuela por la habitación.
Han pasado muchas cosas estos días, desde un agobio inaudito, vituperable… a la más absoluta calma, de ceño fruncido constante a carcajada, de falta de sueño a dormir a mis anchas, de llegar a sentirme demasiado poblada a incendiarme y ser devastada.
Y con esa devastación, sentirme bien, sentir que vuelvo a renacer.
Me hago mayor y con el “crecer” me voy dando cuenta del molde que me hice a medida, un lugar donde sentirme bien, en el que apenas dejo entrar y en el que voy puliendo a una velocidad ralentizada todas las manías que he ido adquiriendo con el paso de los años…
Me excuso en voz alta de todo ello, pero me juzgo en voz baja con una tiranía impropia con la cual puedo llegar a hacerme mucho daño si no la freno a tiempo.
¿Y qué saco en claro de todo esto?, quizá un afán egoísta, que me hunde de vergüenza en la bajeza, al tener que forzarme a hacer cosas que no salen por si solas cuando deberían hacerlo sin problemas.
Me sentí mal entonces y me siento mal ahora.
Me llamas, te enfadas y me echas la bronca por no decir nada.
Yo me enfado y te echo la bronca a ti por decir demasiado.
Y así estamos…
Me alteras, me provocas, me bloqueas, me sugestionas y me impones tu pensamiento como si yo no tuviera uno propio, siempre piensas de forma derrotista y retrógrada, hablas y hablas y no escuchas… y cuando me llevas al límite y haces que pierda las formas, siempre recurres a la emoción y las lágrimas dejándome en fuera de juego y sin ganas de seguir conversando.
Tu tienes una visión de las cosas, que no siempre es la más acertada.
Yo tengo otra que muchas veces se equivoca e intentando arreglar el mundo, no llegamos a arreglar nada.
Estamos siempre igual.
Y en ese margen de error, la obcecación nos arrastra a una cabezonería muchas veces impropia y surrealista y que por paradojas de la vida me brinda una clarividencia absoluta, la mayoría de las veces un poco tardía pero nunca confusa, de que la diferencia entre tu y yo, no es otra, de que tu eres la victima y yo soy el verdugo, de que tu ya nunca más podrás sentirte feliz y de que yo ando siempre en busca de esa felicidad sin cesar.
Y cuando me llega, la sé cuidar.
Somos muy distintas, esa es la verdad.
Y a esa diferencia siempre le doy las gracias.
Y ahora, mamá, piensa en algo real… deja de soñar y llorar, piensa en algo que te pueda hacer cambiar ese estado de ánimo al que te has acostumbrado y pide, que yo te lo consigo, que aunque me cueste la vida, por ti, la doy sin reparos.
Un café, un cigarro, muchas ideas desordenadas y una sensación, quizá también desordenada que sobrevuela por la habitación.
Han pasado muchas cosas estos días, desde un agobio inaudito, vituperable… a la más absoluta calma, de ceño fruncido constante a carcajada, de falta de sueño a dormir a mis anchas, de llegar a sentirme demasiado poblada a incendiarme y ser devastada.
Y con esa devastación, sentirme bien, sentir que vuelvo a renacer.
Me hago mayor y con el “crecer” me voy dando cuenta del molde que me hice a medida, un lugar donde sentirme bien, en el que apenas dejo entrar y en el que voy puliendo a una velocidad ralentizada todas las manías que he ido adquiriendo con el paso de los años…
Me excuso en voz alta de todo ello, pero me juzgo en voz baja con una tiranía impropia con la cual puedo llegar a hacerme mucho daño si no la freno a tiempo.
¿Y qué saco en claro de todo esto?, quizá un afán egoísta, que me hunde de vergüenza en la bajeza, al tener que forzarme a hacer cosas que no salen por si solas cuando deberían hacerlo sin problemas.
Me sentí mal entonces y me siento mal ahora.
Me llamas, te enfadas y me echas la bronca por no decir nada.
Yo me enfado y te echo la bronca a ti por decir demasiado.
Y así estamos…
Me alteras, me provocas, me bloqueas, me sugestionas y me impones tu pensamiento como si yo no tuviera uno propio, siempre piensas de forma derrotista y retrógrada, hablas y hablas y no escuchas… y cuando me llevas al límite y haces que pierda las formas, siempre recurres a la emoción y las lágrimas dejándome en fuera de juego y sin ganas de seguir conversando.
Tu tienes una visión de las cosas, que no siempre es la más acertada.
Yo tengo otra que muchas veces se equivoca e intentando arreglar el mundo, no llegamos a arreglar nada.
Estamos siempre igual.
Y en ese margen de error, la obcecación nos arrastra a una cabezonería muchas veces impropia y surrealista y que por paradojas de la vida me brinda una clarividencia absoluta, la mayoría de las veces un poco tardía pero nunca confusa, de que la diferencia entre tu y yo, no es otra, de que tu eres la victima y yo soy el verdugo, de que tu ya nunca más podrás sentirte feliz y de que yo ando siempre en busca de esa felicidad sin cesar.
Y cuando me llega, la sé cuidar.
Somos muy distintas, esa es la verdad.
Y a esa diferencia siempre le doy las gracias.
Y ahora, mamá, piensa en algo real… deja de soñar y llorar, piensa en algo que te pueda hacer cambiar ese estado de ánimo al que te has acostumbrado y pide, que yo te lo consigo, que aunque me cueste la vida, por ti, la doy sin reparos.
viernes, 5 de abril de 2013
Salivas
Es tu saliva,
arena movediza,
tragándose la mía,
mientras paraliza.
Es tu saliva,
fundida con la mía,
una piedra preciosa,
convertida en roca,
que se rompe si la tocan.
arena movediza,
tragándose la mía,
mientras paraliza.
Es tu saliva,
fundida con la mía,
una piedra preciosa,
convertida en roca,
que se rompe si la tocan.
miércoles, 13 de marzo de 2013
Bésame / Prívame
Bésame,
bésame tanto que me duela.
Pedirlo por favor,
no es una opción.
Aquí en mi boca,
fijo el lugar,
un punto y aparte de ahora en adelante,
donde terminar con la moral y empezar con lo carnal.
Nómada de unos besos,
en medio de la nada,
“medio-nada” de aliento devastado,
que agrieta la piel que me tapa.
¿Qué hacer?
si en tu sonrisa encuentro la mayor de mis desgracias…
¿Qué no hacer?
para no sentirme desdichada…
Lo ves,
bésame,
será lo mejor que puedas hacer…
prívame de contemplar ese poco espacio,
que hay entre tu boca y la mía,
prívame,
así,
de darme tiempo para perderme en tu sonrisa,
esa que me trae por el camino de la amargura.
Bésame,
y haz que no pueda pensar en nada,
mientras,
tonta de mi,
nado en la abundancia.
bésame tanto que me duela.
Pedirlo por favor,
no es una opción.
Aquí en mi boca,
fijo el lugar,
un punto y aparte de ahora en adelante,
donde terminar con la moral y empezar con lo carnal.
Nómada de unos besos,
en medio de la nada,
“medio-nada” de aliento devastado,
que agrieta la piel que me tapa.
¿Qué hacer?
si en tu sonrisa encuentro la mayor de mis desgracias…
¿Qué no hacer?
para no sentirme desdichada…
Lo ves,
bésame,
será lo mejor que puedas hacer…
prívame de contemplar ese poco espacio,
que hay entre tu boca y la mía,
prívame,
así,
de darme tiempo para perderme en tu sonrisa,
esa que me trae por el camino de la amargura.
Bésame,
y haz que no pueda pensar en nada,
mientras,
tonta de mi,
nado en la abundancia.
martes, 26 de febrero de 2013
Momento.
Dulce momento era,
ese que contigo estaba viviendo,
ese nuestro momento,
irrepetible en el tiempo,
ahora o nunca,
ahora y siempre.
Ese momento que nos hablaba,
que nos decía…
que quizá era el ultimo día que estábamos juntas,
que quizá era el primero para estar separadas.
Vive el minuto,
como si no hubiese un siguiente,
vive el día,
como si no hubiese un mañana,
porque quizá caeremos dormidas,
y dejaremos de enterarnos,
de que la noche acaba y empieza el día,
mientras todo gira,
y tu y yo,
parece que nos paramos.
Buenos días.
ese que contigo estaba viviendo,
ese nuestro momento,
irrepetible en el tiempo,
ahora o nunca,
ahora y siempre.
Ese momento que nos hablaba,
que nos decía…
que quizá era el ultimo día que estábamos juntas,
que quizá era el primero para estar separadas.
Vive el minuto,
como si no hubiese un siguiente,
vive el día,
como si no hubiese un mañana,
porque quizá caeremos dormidas,
y dejaremos de enterarnos,
de que la noche acaba y empieza el día,
mientras todo gira,
y tu y yo,
parece que nos paramos.
Buenos días.
jueves, 17 de enero de 2013
Intentos.
Intentaba describir un momento,
una sensación,
escuchar en mi oído,
fino tu gemido…
esa respiración ansiosa,
que muestras cautelosa,
cuando poco a poco te vas quitando la ropa,
y parece que deprisa vas vistiendo el alma.
Intentaba describir un instante,
un sentimiento,
escuchar en mi cabeza,
como retumba mi voz aguda,
tiple y molestosa,
como me habla mientras mi boca te besa,
y me dialoga sin mediar palabra.
Pero describir con palabras,
el éter que desciende por mis piernas,
mientras mis neuronas etéreas,
divagan y sobrevuelan mis ideas,
es como enmudecer al querer decir te quiero,
o reír al querer decir lo siento.
una sensación,
escuchar en mi oído,
fino tu gemido…
esa respiración ansiosa,
que muestras cautelosa,
cuando poco a poco te vas quitando la ropa,
y parece que deprisa vas vistiendo el alma.
Intentaba describir un instante,
un sentimiento,
escuchar en mi cabeza,
como retumba mi voz aguda,
tiple y molestosa,
como me habla mientras mi boca te besa,
y me dialoga sin mediar palabra.
Pero describir con palabras,
el éter que desciende por mis piernas,
mientras mis neuronas etéreas,
divagan y sobrevuelan mis ideas,
es como enmudecer al querer decir te quiero,
o reír al querer decir lo siento.
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