Se acerca una tormenta, se levanta un viento frío que hace mover mis cortinas como si de golpe me visitaran fantasmas…
Sentada en esta mesa, donde últimamente paso muchas horas, decido ponerme a escribir, aún sin saber que es lo que voy a decir.
Anoche estuvo lloviendo, anticipo de lo que seguramente pasará hoy también.
Y anoche también, me senté de nuevo aquí a escribir sobre las cosas que me pasan por la cabeza.
Grandes momentos que paso con mis entresijos, analizando, analizándome.
Como si estuviese en una representación teatral, cual marioneta le hacen mover sus hilos, sin sentido, un nudo en cada articulación, que me dice donde debo poner la cabeza, donde debo poner las manos y donde debo sentar el culo.
Me mueven. Me muevo.
Y durante la hora y media que suele durar mi función, desaparezco de la realidad y me traslado a un subsuelo dónde solo yo gobierno.
Calles y más calles, pasajes, callejones donde el sentido es único, el cual yo sigo…cuando se me antoja, porque no me gustan los atajos, pero a veces los cojo, aunque no anden muy iluminados…cuando quiero también rodeo, porque a veces me gusta dar vueltas y más vueltas, aún sabiendo de antemano lo que deseo…depende del día, decido lo que quiero.
Y aquí me encuentro hoy, una tarde de domingo, mirando por la ventana, viendo como las nubes hacen que llegue mas pronto la noche, notando como este recorte, tiene una duración limitada…
Sobremesa. Pereza acumulada. Sueño que voy notando. Sonámbula me vuelvo de pronto. Hay un hilo que tira de mi y que me lleva hasta el sofá. El telón se va a cerrar. Hasta mañana.
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