Yo
que pude ver la hoguera apagarse y el viento encenderse, o cómo la ira se dormía y la tristeza se reía de sí misma. Yo
que pude con su dulzura protegerme y aplacar la rabia con golpes de ternura. Yo
que pude sostener en mis brazos aquellos cuerpos tan pequeños y candentes, y
trasladarlos de una estancia a otra, mientras su aliento descansaba en mi
cuello y sus piernas pinzaban mi cintura.
Yo
que pude besar sus frentes sin vigilar mi espalda, y peinarles el pelo como si
les desenredara el sufrimiento. Y
que les tapé con cuidado cuerpo y corazón para que no pasaran frío. Dicen
del infierno que es un lugar inhóspito, yo creo que todo depende de quién te
acompaña. Y
que solo es necesario el abrazo de alguien que te sostenga, con quien seas
capaz de disimular que puedes seguir en pie, aunque apenas te queden fuerzas.
Cuando
me daban su manita me creía invencible. Aunque
estaba muerta de miedo.
A mis sobrinos.