Desde
esta mañana tengo una canción metida en la cabeza que no consigo adivinar.
Tarareo
sin afinación… unas notas que no tienen mucho sentido y de vez en cuando,
me
viene alguna palabra que no sé si forma parte de este o de cualquier otro
estribillo…
Y con algunas canciones me ocurre lo mismo que con algunos versos, que siempre van al paso. Me acompañan mientras ando.
Intento
escribir el poema perfecto, aunque este no llegue nunca.
Me
conformo con un solo verso si tiene la belleza suficiente…
Aunque
lo bello, resida siempre en la
apariencia, en un ideal o en la propia experiencia.
Es todo tan subjetivo…
Me
pasa lo mismo con algunas personas.
Cada
vez necesito menos la aprobación de la gente y más la mía.
Cuando ya no sabes que decirte o cuando empiezas a pensar que a lo mejor ya no merece la pena decir nada. Porque existe ese momento… en el que dejas de esforzarte por mantener una conversación (estúpida) que sabes que no te va a llevar a ninguna parte.
Como
también ese otro, en el que miras a esa persona y te preguntas cuándo fue que
se quedó atrás en tu camino.
Y
en todo hay una contra. ¡Cómo no!
Es
como recordar cada día a quien debiera por fin olvidar.
Un
más a más, que ni suma ni resta, pero que ahí está.
Ya
forma parte de mí y apenas le doy importancia.
Hay
cosas que no tienen explicación. Y mejor no buscarla.
Lo
mucho que digo y lo poco que hablo. Esto solo lo entienden unos cuantos.
Sigo
siendo yo. Sigo siendo la misma que dejé de ser una vez.
Aprieto
los ojos (muy fuerte) y me fabrico un recuerdo.
Me
vence la sonrisa hacia abajo.
Estoy
tan cansada… de sentirme objeto que no sabe una nunca
dónde ponerlo.
Me
agoté, como se agotan los vasos medio vacíos que no quitan la sed, como se
terminan las risas en un funeral.
Me
apagué, como se apaga la luz de una factura sin pagar.
Me
marché, como se va el interés cuando se deja de sentir…
¿Cuánto
cobras en vez de cuánto lloras?
Queda
claro lo que parece más importante aquí, es tan triste.
Seguiré
viéndolas venir, seguiré dejándolas marchar…