No busques poesía tradicional en este blog. Esto es lo más parecido a un poema que soy capaz de escribir.

lunes, 21 de marzo de 2022

Desvelos

Qué bonita es la cama contigo.
Mi cuerpo te quiere.
Y yo, también.

¿Vamos a no dormir...?

viernes, 4 de marzo de 2022

No lo sé


No sé, últimamente sé pocas cosas. Repito demasiado estas palabras. Estoy rara, no estoy bien. Y tengo que hacer algo al respecto, pero no sé el qué. 

El otro día lloré, por fin. Y lo disfruté. Qué sensación tan absurda: sentirme bien por desahogarme y mal por estar jodida. Notar cómo apenas puedo respirar, cómo siento la asfixia mientras que no me olvido de sonreír.
 
Cuando de golpe te pones a llorar sin motivo aparente de impotencia, de rabia, por no ser capaz de controlar tu estado de ánimo, tu estado de sitio, tu espacio tranquilo. Cuando te ves sumergida de pies a cabeza en una vorágine de sentimientos que no puedes entender y que sabes que no te hace ningún bien y que, aun así, siguen estando ahí, un día y otro… y solo te pides un poco más de paciencia para que todo vuelva a su lugar (más pronto que tarde) porque sabes que en algún momento todas las aguas vuelven a su cauce. Cuando decides acostarte antes de cenar porque lo único que necesitas es un poco de silencio o dormirte para que ya sea mañana y quizá te levantes mejor, o no. Dormir como solución.
 
Llevo demasiado tiempo sintiéndome así. Con la sensación de no encajar en ningún lugar. De haber(me) perdido por el camino a no se sabe dónde, de haber(me) encontrado con algo que no necesito y no poder desprenderme de él ni de todo lo que trae consigo.

Y es muy fácil decir: desconectaLo realmente difícil es volver a conectar. No hay botón que apretar, ni opción de quita y pon donde prefieras. No se pueden chasquear los dedos y aparecer en otro lugar como por arte de magia, no se puede. O quizá sea yo la que no puede, la que no sabe cómo hacerlo por mucho que lo desee, por mucho que lo intente.
 
Tengo muchas ideas, pero pocas ganas. Eso es lo que peor llevo, la inapetencia que me invade por completo. El bloqueo que siento con casi todo lo que intento, la dificultad que veo ante las cosas más sencillas, esas mismas cosas a las que tan acostumbrada estaba antes de todo esto.
 
Imaginar (ciertas cosas) siempre se me dio bien. Otras en cambio, no. Y por imaginar que no quede, es más fácil intentarlo que poner excusas. Pruebo, me obligo, me esfuerzo de verdad que sí, pero no me da resultado. O, al menos, no el esperado.

No entiendo el porqué, pero últimamente me desinflo con casi todo lo que intento como un globo a partir del tercer día. Uso la crítica como defensa. Nada es lo que parece, nada es lo que creía, «yo pensaba, yo creía» (¿lo veis?, excusas). Y entonces me desmotivo, me apago, me enfado conmigo misma y tengo la sensación de no entregarme al cien por cien con lo que hago.

Quizá lo que me pasa es que aún no sé qué es lo que quiero hacer con mi vida (bueno, sí que lo sé, pero eso no me da de comer) y hacer las cosas por hacerlas nunca me ha parecido una buena idea. Porque las haces, pero a medias, y después se te queda el cuerpo a medio camino también, como es lógico.
 
Y mi cabeza va en una dirección (el corazón ahí plantado, sin moverse el muy cabrón) y el cuerpo me va en otra, y llego a un cruce (entiéndase cruce como tomar una decisión), y la flexibilidad no es lo mío y no puedo coger tres caminos a la vez, por mucho que me estire. Vuelvo una y otra vez como una cinta elástica al puto cruce y no avanzo.

Cuando de pequeña me preguntaban «¿qué quieres ser de mayor?», siempre contestaba que MAYOR. Y ahora que ya lo soy, que por fin me he hecho grande, sigo sin saber que contestar. O quizá, lo que pasa es que estoy vieja, me he hecho mayor de repente y me he quedado sin fuerza y sin tiempo.

No lo sé...



- ¿A qué te dedicas?
- Hago tiempo.
Nerea Delgado.