Y en el fondo pienso que no hago otra
cosa, que siempre intento desnudarme quitándome poco a poco las palabras del
cuerpo, que hablo sobre las cosas que me pasan y de cómo me siento con ellas,
aceptando que en papel me expreso algo mejor que hablando y que a veces no
consigo transmitir ni una milésima parte de lo que quiero decir.
Y eso me da rabia… porque siento que no
alcanzo mi emoción, que me quedo corta con lo que digo… como a medias de no sé
muy bien el qué, pero a medias.
Mientras me duchaba me ha invadido un
instante de soledad...
El único ruido que oía era el del agua
chocando contra mi espalda.
Debía hacer algo con todo ese frío que se me había metido en el cuerpo y que hasta me impedía hablar con normalidad. He tenido un ratito para mí, para mirar dentro.
Y me he encontrado con algún sentimiento
que creía perdido y con algún pensamiento que tenía olvidado. Y entonces he
venido aquí, a intentar hacer algo con todo eso antes de que se me olvide,
antes de que (como el agua) se pierda todo por el desagüe del día.
He dejado el agua correr y ya de paso lo
he intentado conmigo, no soy capaz de llover y supongo que cuando lo intentas y
no puedes es porque no lo necesitas en realidad.
Llorar creo que es una buena manera de
vaciarse de lo que no llena.
Y a veces siento que me inundo y que soy
incapaz de achicar toda el agua que me anega por dentro.
Que triste es ese momento en el que te das cuenta de que te falta algo y no
sabes el qué, pero sigues con la búsqueda, aunque no sepas muy bien que es lo
que estás buscando.
Buscar, buscar, buscar… y alguna vez
encontrar. Es el cuento de nunca acabar.
Siempre he creído que encontrarme no
debe ser motivo para dejar de buscarme, que el autoconocimiento nunca es
completo, que el aprendizaje es constante y que debo criticarme lo suficiente
como para entender que si no lo hago es a la mediocridad al único sitio al que
me dirijo. Mejorar como persona en un mundo que parece que solo empeora.
<<Nada es veneno, todo es
veneno, la diferencia está en la dosis>>.
(Paracelso)
Imagino una balanza en la que pesar los
daños y los alivios, las emociones y las tristezas, con la que poder hacer
balance para darme cuenta de qué es lo que he ganado, qué lo que he perdido y
qué lo que me han robado.
Tomarme las medidas para hacerme un
traje. Volver al peso y talla que me sientan bien.
No dejarlo ni corto ni largo. Aunque
reconozco que encontrar la medida exacta me está resultando difícil. Encontrar
el equilibrio es harto complicado.
Quiero
darme cuenta de las cosas, aunque no llegue a tiempo, porque nunca es tarde si
de lo que trato es de avanzar.
Siempre
es pronto para perder el tiempo ganar tiempo y aprender, para empezar de
cero, para reinventarme, para cambiar todo lo que quiero cambiar.
Aunque
no me salga bien a la primera, aunque a medio camino me dé cuenta de que eso tampoco
es lo que necesito, aunque siga sin saber qué es lo que quiero a mis casi 43
años.
Me
cuestiono muchas cosas, es verdad.
Me
gustaría hacer muchas más cosas de las que hago, eso también es verdad.
Y
van pasando los años y ahora tengo una sensación que nunca había tenido antes, la
de no sentirme realizada con lo que hago… y eso es nefasto.
Ver
la fecha de caducidad de algo que pensabas que no se podía poner malo, ver que
un día más es también un día menos y que a pesar de los intentos… nada volverá
a ser como antes.
Hay días en los que tanta incertidumbre
me supera y levantarme de la cama es lo único que hago. Tanto cambio no sé cómo
encajarlo y reconozco que ya no tengo las mismas ganas que cuando tenía veinte
años.
Siento que ya no tengo la misma fuerza
para superar los obstáculos y doy vueltas y más vueltas en la cama pensando en
lo mucho que necesito dormir y dejar de sentirme así.
Empiezo a notar que todo me cuesta más
tiempo, noto cierta lentitud para arrancarme, me quedo pensando más de la
cuenta, como el relojito en la pantalla que te dice "espera".
¿Y hasta cuándo tengo que esperarme?
… creo que voy a hacerme un café,
mientras tanto…
Para trabajar en seguros... no me siento
nada segura. Ironías de la vida.
Me resulta muy difícil vender algo en lo
que he dejado de confiar y me resulta más difícil aún tener que poner mi mejor
cara cuando es a mí a quien están intentando engañar… (como si no nos
conociéramos ya).
Las relaciones sean del tipo que sean, tienen que aportar algo. Ya sea confianza, empatía o desahogo. No hace falta amenazar, ni infundir miedo, ni mentir para conseguir lo que se quiere, no se trata de una demostración de poder y sí de entendimiento, aquello de remar todos juntos en el mismo barco… y en la misma dirección.
Jamás me había costado tanto entenderme
con alguien, intento siempre atender a lo que se me dice, ponerme en la piel de
la otra persona y hacer cuanto esté en mi mano para que todo funcione. Pero hay
unos mínimos que todos debemos cumplir, respeto, educación, un tono adecuado no
invasivo, que no tengas que callarte simplemente porque no te dejen hablar. Pero
intentar hablar con alguien que no quiere escucharte es como darte contra una
pared y quedarte ahí, sin moverte, esperando a ver qué es lo que le pasa a tu
cabeza a partir del tercer golpe.
Te
hago un spoiler: Te va a hacer daño.
Hay días en los que me encanta mi
trabajo.