No busques poesía tradicional en este blog. Esto es lo más parecido a un poema que soy capaz de escribir.

martes, 4 de septiembre de 2018

Aprendí

“Aprendí que ser fuerte es una debilidad.
 No se debería evitar el dolor.
En la vida hay que derramar lágrimas”.

Mensajes que oigo por ahí  y que me hacen pensar que están dichos para mí.
Porque llorar parece haber sido siempre una señal de debilidad, de fracaso emocional, de auto-compasión.
Cuando se podría ver, como un derribo que acaba en reconstrucción, un camino de baldosas amarillas que nos guía a la salida en ese laberinto que a veces es la vida o de una valentía que no se pueda medir  por la fuerza que se tenga… si no por la entereza que se pueda llegar a demostrar.
Y no es, qué quién no llore no sienta.
Lo veo más bien, como que quién no llora, no es capaz de entender…
Que siempre hay un vaso a punto de colmarse, un reloj de arena a punto de vaciarse en un costado y completarse al otro lado o una línea que traspasar hasta encontrarnos con la siguiente.
Es tan bueno llorar como malo no ser capaz de hacerlo.

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