Marioneta de tus besos.
Marioneta de tu cuerpo.
Marioneta del viento a contratiempo…
Que deja la corriente de tu caminar.
Pasos que te llevan.
Pasos que te traen.
Por suerte, una y mil veces, hasta este, mi lugar.
Curvas divinas, perfectas, con principio, sin final.
Te puedo empezar y no te puedo acabar.
Marioneta me siento.
Marioneta soy…
Y que poco me importa, seguirte por detrás.
Sea un paso, sean dos.
Hasta cien, podríamos contar.
Hasta cien, podríamos andar.
Mientras, corazón, anda por la sombra.
Y para de vez en cuando...
Por que así me regalas de nuevo un arranque.
Porque mientras tú andes, a mí, nadie… podrá pararme.
Marioneta fui, marioneta soy, marioneta seguiré siendo.
Apago la colilla y relajo los brazos. Miro a mi alrededor y me doy cuenta que mi habitación ha vuelto a aparecer; escucho el rumor de la calle y pienso que ya es hora de regresar, que estás ahí y no me dado cuenta absorta en mis pensamientos. Me siento a tu lado. Mírame. La breve urgencia de tu escote me hace realizar un gesto casi imperceptible. Casi automático. Entablo una conversación y dejo correr los minutos. Los cafés y los cigarrillos vienen solos. Sonríeme y no dejes de preguntarme cosas. No quiero contar los segundos, a veces hablar también es una necesidad. Te observo con atención y me divierten tus maneras, tus gestos. Sublimes. Ruégame que no me vaya cuando me levante de la mesa, en broma, aunque el brillo de tus ojos me permita adivinar otra cosa. Cuando regreses a casa detente un momento para pensar en mi, estoy más simpática, más dulce, no sé, siéntate y dedícame un escrito. Piensa que soy de esas que se emocionan con un poema y flores inesperadas. Que tus labios sean la sanción para cuando cometa el error más grande del mundo y no sepa como enmendarlo. Con los días vuelve a encontrarme y en conversaciones casuales refuerza lo que sea que nos va uniendo a ti, a mí; a nosotras. Percátate de lo que busco, que me agradan tus discusiones, tu ingenio, tu genio. Tú. Hazme saber que el desencanto que te produce mi poco entusiasta respuesta a alguna de tus preguntas lastime en algo tu orgullo. Piensa en mí, en mis andares torpes y en algo que no sepas muy bien todavía qué es. Deja que el tiempo grabe mi imagen en tu memoria, que el cincel constante de tu imaginación desbaste cada una de mis imperfecciones, así como tú elaboras con cuidado cada texto. Compárame. Sorpréndete pensándome y que eso aumente tus ganas de verme. Encuéntrame un día en cualquier lado y no dejes pasar la oportunidad. Acomódate a mi lado agradeciéndole a quien sea el momento. Responde con ingenio a mis preguntas. Disimula al verme y descúbreme absorta en la nada. Que la silueta de mi rostro iluminado por una vela y mis labios entreabiertos le cedan el paso a lo que querrás calificar de ternura y que no es otra cosa que la telaraña brutal de la circunstancia. Túrbate cuando te sonrío al pillarte mirándome con cara de idiota. Arrástrame a un café simpático. Pregunta por mis gustos de modo descuidado, encuentra coincidencias, pero sobre todo no dejes de mirarme. Busca atrapar cada uno de mis gestos. Que mi estudiada ingenuidad te emocione, sea miel para tu autoestima mi interés por lo que escribes. Deja que tu semblante inerme y dulce me duela siquiera un instante. Ruégame que no me vaya, remedando tu gesto de la primera vez, y ante mi sonrisa volvamos a casa que ya es tarde. Que mi beso te emocione con un temblor casi imperceptible, casi ridículo. Ahora soy dulce y traviesa y te sonrío detrás de mis cabellos, el gesto exacto para desarmarte. Explícame que sientes, que tu semblante palidezca y que el vértigo que vas a sentir sea casi visible y no sepas cómo esconderlo. Las coincidencias son posibles pero es que la historia que te estoy contando es la misma que escribí anoche donde nos adivinamos buscándonos. Esto es la fuerza del destino u otra tontería semejante. Hazme andar, tú mueves mis hilos.
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