Febrero no está tan lejos

Quiero verte.
Saberte.
Quiero que actúes, como si yo no estuviera presente.
Que rías, que calles, que grites, que llores…
y que no te importe.
Mirarte, eso es lo que quiero.
Mirarte con importancia.
Y que mi mirada te importe, aunque tú, hagas como si nada.
Y qué, de la nada, hagas una gracia y reírme de ti, contigo.
Quiero abrir los ojos y encontrarte,
bonita,
dormida,
respirando fuerte y pisando despacio,
en mi lado de tu cama.
Y que compartas con tanta naturalidad,
aunque sea el primer día,
ciertos espacios de la casa.
Nunca un cepillado de dientes me resultó tan elocuente.
Quiero,
quiero que me mires y te deshagas,
por dentro,
por fuera,
por todo,
que me encuentres entre la gente y no puedas dejar de mirarme,
sonriente…
y que pienses…
que pienses siempre…
que me tienes,
y que tu calor nos invada
y
nos derrita cada noche,
cuando hagamos como que vamos a dormir
y no durmamos,
o sí,
porque así,
podré encontrarte,
bonita y dormida en cualquier cama,
sin que le des la más mínima importancia.