Me deslizo sigilosamente entre tus piernas,
silencios destinados a callarte la boca,
mientras respiras acelerada contagiándome tu ansiedad.
Esa ansiedad mediática,
que tolera la vergüenza al miedo escénico,
mientras te hace sentir insignificante,
ante unos ojos que solo son capaces,
de concentrarse en una sola cosa,
ignorando todo lo demás.
Entrar en ti,
en ese espacio húmedo que regalas,
mientras los dedos se van arrugando,
debido al charco en el que resbalas,
sea la hora que sea,
siempre idónea,
siempre dispuesta,
quedarme en ti,
no salir,
hasta que dejes de temblar
y empieces a respirar.
Pero ni en frío puedo olvidar,
como la humedad iba resbalando por tus piernas,
ni como me abrazas con ellas,
como lo hacen las serpientes con sus presas…
mientras habitamos los espacios,
el roce se hace intenso,
el calor nos invade y los fluidos se expanden.
Mientras pareces decirme:
no te muevas de aquí o me matas y si te mueves,
soy yo la que te mato.